Camino sin retorno

  Para Wolf no sería una noche como cualquier otra, definitivamente no.


  Los tres muchachos partieron rumbo a la inmensa Arboleda de Maple. Caminaron juntos y a buen paso durante varios minutos hasta detenerse frente a un inmenso árbol cuyas raíces penetraban la tierra con una suavidad tan pura y limpia como la más fina y precisa cirugía.

  Rupert se detuvo un instante maravillado por tan asombroso espectáculo natural y deslizó sus manos a lo largo del tronco.

-Realmente estar en este lugar es lo mejor que podíamos hacer- Exclamó con aire de júbilo. -Definitivamente debíamos venir aquí, no sé por qué demoramos tanto, el contacto con la naturaleza me da eso que la ciudad no.

  Edgard lo miraba con recelo, parecía no estar en la misma sintonía, para él, no era más que un árbol grande y punto. Sus ojos se posaron en la cima, lugar donde las hojas dejaban pasar apenas algunos rayos de luz.

  Por su parte Wolf, metió las manos en sus bolsillos en busca de la guía turística que su padre le había dado el día anterior. Extendió el papel con ambas manos y comenzó a observar en detalle que les deparaba.

-A ver, según esto, nosotros estamos en la entrada B, si seguimos derecho por aquí tendríamos que llegar hasta la zona de campamentos. – Dijo mientras volteaba para ver los alrededores. -El lugar es inmenso.

  Edgard se acercó hasta Wolf y contempló por un instante el mapa. Acto seguido, se detuvo un momento algo pensativo.

- ¿Y si nos metemos por este lado? - Dijo al tiempo que señalaba un camino alternativo.

  Wolf posó su mirada fija en Edgard en signo de desaprobación.

-Estás loco Ed, ahí no se puede entrar, no está marcado en el mapa, no es una zona habilitada.

- ¿Y qué tiene que no esté marcada?, ¿Acaso tienes miedo Wolfy?

  Wolfy era un apodo que Ed solía decirle desde que eran niños pequeños. Nunca fue de su agrado y generalmente, cuando lo utilizaba, era a modo de burla y discusiones sin sentido.

-Ya cállate, no empieces ahora Edgard. - Le espetó de forma seca mientras no le perdía de vista.

- ¡Ehh, a ver si la terminan ustedes dos!, ¡siempre lo mismo! - Les dijo Rupert al tiempo que volvía de su encuentro cercano con el árbol. –¿Me pueden decir que está pasando ahora?

-Nada…, Ed quiere acampar en un lugar que no se puede. - Contestó Wolf tratando de calmarse.

  Por su parte Edgard, que ahora se había hecho del mapa sonreía con aire burlón.

-Bueno a ver Ed, préstame el mapa un momento por favor. - Atinó a decirle Rupert. -Si, miren… técnicamente… no estamos muy lejos del lugar “habilitado”, podríamos desviarnos un poco y quizá estar más tranquilos, a decir verdad, no me agrada mucho estar rodeado de todo el mundo y si puedo sumar un poco más de tranquilidad a mi estadía mejor- Finalizó diciendo.

  En ese instante, Ed se volvió a Wolf y le hizo una guiñada a modo de “te lo dije”.

Wolf puso sus ojos en blanco y resignado se aferró más a la mochila.

-Pues…vamos entonces… - Sentenció.



    Ya entrada la noche, los tres muchachos habían terminado de acomodar sus cosas alrededor de la fogata. El bosque era robusto y sólo se escuchaban los ruidos que hacían los leños al arder.

   Mientras Rupert preparaba unos malvaviscos para meterlos cerca del fuego, Wolf mantenía su mirada perdida en la infinidad del cielo oscuro. Las estrellas brillaban con fuerza acompañando a la luna que emitía su haz de luz solemne.

  Durante un instante, el mundo se apagó por completo para Wolf arrastrado por la magnificencia de lo infinito. Sus ojos dibujaban líneas imaginarias entre los astros, formaba figuras, se preguntaba incluso, donde podría estar la Osa Mayor.

  Repentinamente, una voz fuerte y tétrica sonó, haciendo que Wolf volviera a la realidad.

-Chicos, tengo una historia para contar, creo que una noche como esta lo amerita. - Comenzó diciendo Edgard, mientras posaba sus manos en las rodillas y se acercaba un poco al fuego. -Lo que quiero contar es algo real que en su momento me transmitió mi padre.

- ¿De qué se trata? - Le preguntó Rupert, mientras masticaba uno de los malvaviscos.

- Quiero contar la historia acerca de la Bestia del Bosque. – Le respondió.

- Ah… no quiero escuchar algo de terror. – Contestó Rupert- Odio las historias de terror, después no duermo.

  En ese momento, Edgard lo miró y soltó una pequeña risita.

-Vamos, no me digas que eres miedoso tú también Rupert, primero está Wolfy con el “no se puede” y ahora estas tú con el “no quiero escuchar”, ¡por favor muchachos!, ¿Con quienes vine?, ¿con dos gallinas? – Respondió Edgard.

  En ese momento Wolf lo miró con algo de enfado, pero se contuvo nuevamente.

-Cuéntala Ed, si te hace feliz… - Le dijo. – No te preocupes Rupert, es todo ficción.

- No lo llamaría ficción Wolf, pero bueno… - Atinó a responder. Acto seguido, se paró frente a los otros dos muchachos y comenzó a contarles la historia.



“Hace un par de años, en un bosque casi tan grande como este, ocurrió un hecho tan abominable como atroz. Una mujer joven fue hallada mutilada colgada de un árbol…como éstos que tenemos aquí...  

Según se dice… las autoridades acudieron al lugar gracias al aviso de personas cercanas que escucharon los gritos desgarradores que hacían eco a lo largo y ancho del lugar.

  Cuando llegaron a la escena del crimen, los policías no podían creer lo que estaban viendo. La sangre de la joven se fundía entre la corteza y caía en chorros continuos y oscuros. Tanto los brazos como una de sus piernas, les habían sido completamente arrancados del cuerpo como si se tratase de una estatuilla sin terminar.

  El autor de los hechos era nada más ni nada menos que su esposo, quien permanecía en el lugar con la mirada puesta en su creación.

  Tiempo después, el fiscal encargado del caso, identificó el asunto como un homicidio amoroso producto de una infidelidad que la muchacha mantenía con otro joven.

  El asesino fue puesto bajo las rejas…pero… ese no sería el principal problema.

  Hay quienes dicen… que la muchacha se reencarnó en una bestia terrorífica que vaga con sed de venganza por estos lugares, persiguiendo a todo aquel que encuentre a su paso, para llevarle a lo más profundo del bosque y… una vez ahí… destrozarlo por completo, tal como hicieron con ella.”

  Dicen las malas lenguas…que deambula perdida entre la espesura, arrastrándose con dificultad a falta de la pierna que le fue arrancada. Sin embargo, eso no ha hecho más que alimentar su ira y su locura…

  Las personas que han tenido la oportunidad de verla a lo lejos, juran y perjuran de su existencia. Patasola, como se ha de llamar este monstruo, está lista para cazar a todo aquel que esté desprevenido…”



  Mientras Edgard terminaba de contar la historia, hacía ademanes con sus manos recreando la situación y perturbando a sus amigos.

-Listo, ya directamente no duermo… gracias por nada Ed. – Dijo Rupert mientras fruncia el ceño.

  Edgard sonrió, parecía no importarle demasiado el comentario y tan pronto como acabó su relato, se tumbó de lleno sobre su asiento.

-Tampoco hay que hacerse tanto drama Rupert, me estás dando la razón de llamarte gallina. -Le contestó.

  Wolf permanecía en silencio, tratando de prestarle atención a los detalles del entorno.

- ¿Escucharon eso? - Fue lo único que atinó a decir.

- ¿Qué cosa? - Le respondió Edgard al tiempo que volteaba su mirada en dirección a donde se encontraba su amigo. -No me digas que tú también te pusiste paranoico.

- Esto no es ser paranoico Ed, acabo de escuchar un ruido entre los arbustos. -Respondió Wolf, al tiempo que señalaba con el dedo índice.

-Ya, enserio, ¿pueden parar un poco?, no me está agradando para nada esto. -Respondió Rupert, mientras apretaba sus manos contra las rodillas y abría los ojos asustado.

  Edgard, que para ese momento se tomaba la cara a modo de resignación, se levantó de su asiento sin demasiado ánimo.

-A ver chicos, tendré que ser el héroe de esta noche, ya veo que convivo con dos GALLINAS... – Atinó a decir al tiempo que lanzaba una carcajada.

   Edgard comenzó entonces a dar lentamente pasos en dirección a los arbustos y buscó entre las hojas.

  Instantes después, se dio media vuelta en dirección a sus amigos que lo miraban expectantes.

- ¿Saben una cosa?, realmente a ustedes dos son un caso completo de miedosos, no se como se animaron a venir hasta este lugar a vacacio…

  En ese preciso momento, dos largas y oscuras manos se posaron sobre la cabeza de Edgard. Afiladas garras, apretaron con fuerza el cráneo del pobre muchacho que ahora gritaba presa del miedo.

  Tanto Rupert como Wolf pegaron un repentino salto de sus asientos y gritaron con todas sus fuerzas aterrados.

  Edgard forcejeaba con lo que podía mientras pedía ayuda a los demás. Rupert por su parte, estaba completamente paralizado del miedo y sólo atinaba a mirar aquella aberrante escena.

- ¡Es la Patasola! - Dijo Wolf alterado al tiempo que intentaba hacer volver en sí a Rupert. - ¡Debemos ayudar a Ed!, maldita sea Rupert, ¡responde por el amor de Dios!

  Instantes después, una explosión seca hizo eco en medio del silencio absoluto. Los gritos de Edgard se frenaron por completo.

  Wolf volvió a mirar hacia donde se encontraba Edgard y contempló ante sí una imagen que no olvidaría jamás. La cabeza de su amigo había desaparecido por completo, dejando caer un cuerpo inerte que ahora era arrastrado lentamente hacia los matorrales.

  Ver aquella escena, hizo que Wolf entrara a desesperarse por completo y, producto de ello, le atinó un fuerte golpe de puño en el rostro a Rupert para que éste volviera en sí.

  Rupert cayó un poco mareado al suelo y rápidamente fue sujetado por Wolf quien, a modo de alerta, lo levantó como pudo.

- ¡Tenemos que salir de aquí Rupert o seremos los siguientes! - Le gritó a modo de orden.


  Sin embargo, cuando ambos muchachos se disponían a escapar, Patasola surgió entre las sombras y agarró una de las piernas de Rupert.

  Wolf hizo lo suyo y atinó a agarrar a su amigo desde uno de sus brazos, para evitar que la bestia se lo llevara.

  La bestia tenía una fuerza descomunal y lentamente hacía que Wolf se deslizara sobre el suelo mientras sujetaba a su amigo.

- ¡No me sueltes Wolf!, ¡por favor no me sueltes! - Fueron las últimas palabras de Rupert antes que Patasola lograse capturarlo.

  Momentos después, la gran bestia sujetó al pobre muchacho de ambos brazos y tiró con fuerza hasta desprendérselos.

  Rupert pegó un grito agónico que no hacía más que sonar a lo largo y ancho de todo el bosque. La sangre emanaba a chorros con fuerza del torso que ahora, se teñía de rojo.


  Wolf comenzó a llorar mientras observaba ahora como aquel ser se apoderaba por completo de la situación.

  Patasola se posó de un salto encima del cuerpo de su víctima y lo contempló por unos instantes hasta que, en un rápido movimiento, brincó sobre el cráneo de Rupert.

  Al presenciar aquel suceso, a Wolf le vinieron ganas de vomitar, pero, aun así, se contuvo. Se encontraba bastante mareado y confundido al respecto de lo que estaba pasando.

  Sin embargo, algo dentro de él hizo que tomara una decisión arriesgada.

  Salió corriendo hacia la fogata en busca de uno de los leños. Mientras intentaba llegar a destino, no quería mirar atrás porque sentía la presencia de aquella bestia.

  Logró llegar hasta el fuego y fue entonces cuando, sintió que algo lo había sujetado de una de sus piernas. Se giró rápidamente y fue  cuando la vio por completo.

  Aquel monstruo, que en algún momento había sido una hermosa mujer, ahora lo arrinconaba.

  Wolf cayó al suelo y antes de que fuese destrozado por completo, metió sus manos en el fuego para conseguir con qué defenderse. El dolor era insoportable, pero logró hacerse con un palo que tenía una llama lo suficientemente grande.

 Enfrentó a la Patasola atinándole un fuerte golpe y haciendo que ésta ardiera por completo. La bestia lanzó gritos desesperados y guturales mientras lentamente se consumía en el calor de las llamas. Acto seguido, desapareció en un mar de fuego que de desprendía destellos y chispas por doquier.


  Wolf permaneció tendido en el suelo, con sus manos calcinadas y rodeado de humo. Respiraba agitadamente mientras observaba las estrellas, esas que tanto le habían llamado la atención y que ahora, lo acompañaban más que nunca.




Publicar un comentario

0 Comentarios