I
La noche en que los padres de Derek habían planificado salir, parecía
que por actos del destino todo confabulaba a que el pequeño muchacho quedase
solo en casa. La niñera había llamado apenas unos minutos antes, excusándose de
que no podría concurrir al hogar de la familia producto de un malestar
estomacal.
Tanto Randalf como Margaret parecían decepcionados ante el imprevisto
desplante y permanecieron en silencio después de cortar la llamada. Sus rostros
reflejaban una mezcla de resignación y enfado, aunque se mantuvieron lo
suficientemente controlados como para no exaltarse.
Los Gómez no eran personas de mucha interacción social y eso se
reflejaba en las pocas salidas que hacían a modo de vacaciones o bien, para
distenderse en el cine. Sin embargo, en esta oportunidad, era un poco
diferente, se habían prometido disfrutar de una salida al cine y una posterior
cena en el restaurante para celebrar su décimo tercer año de casados. Lo habían
planificado todo, incluyendo las anotaciones en el calendario para evitar
compromisos o reuniones laborales innecesarias.
Margaret se tomó el rostro con la palma de la mano. En su interior, se
encontraba manejando una idea que significaba poner un voto de confianza en su
hijo.
Por su parte Ranfalf, que ya la conocía muy bien se le anticipó y,
mirando de reojo a Derek que se encontraba postrado sobre el sofá mirando dibujos
animados, atinó a decir:
-¿Qué te parece si dejamos a
Derek un rato sólo?- Entablando su pregunta con cierto resguardo. –En un rato
debe irse a dormir y nosotros dejaremos todo cerrado.
Los ojos de su esposa se abrieron con sorpresa, no por estar escuchando
algo que la preocupase, sino más bien por el hecho de que ambos padres tenían
el mismo concepto para con su hijo, confianza.
Derek era un niño de ocho años, lo suficientemente listo y educado para
evitar problemas y eso sus padres lo sabían. Siempre que quedaba bajo el
cuidado de su niñera, la joven manifestaba su completa satisfacción por la
obediencia del pequeño. Hacía sus tareas escolares con soltura y cumplía con
los distintos quehaceres que le eran solicitados.
Fue entonces cuando, entre una sonrisa cómplice de ambos padres,
Margaret se acercó a su hijo y acariciándole la cabeza con ternura le comentó
del cambio de planes.
El niño dejó de ver la televisión para posar los ojos en su madre. Estar
sólo por un rato sería una experiencia completamente nueva para él, por
momentos atemorizante. Sin embargo, por dentro también le provocaba la
sensación de sentirse más grande y motivo por el cual, tendría un nuevo tema de
que hablar con sus compañeros de escuela.
-Es hora de ir a dormir Derek, apaga
el televisor y ve a lavarte los dientes.- Le dijo su madre.
Derek procedió a hacer caso y se levantó del sofá para despedirse de sus
padres. Posteriormente se dirigió hacia la escalera, no sin antes escuchar un
aviso más de su padre.
-Hijo, vamos a dejar todo
trancado, así que no debes preocuparte de nada. Cualquier cosa, tienes anotado
el teléfono de la Sra. Lewis, la vecina, pegado en la puerta de la heladera.
-Si papá, estaré bien.- Finalizó
diciendo el pequeño.
II
Un fuerte golpe despertó al pequeño, quien rápidamente se sentó sobre su
cama de un salto. La habitación permanecía en la oscuridad absoluta.
Derek se giró un momento para ver la hora del reloj que tenía en su mesa
de luz.
-“1:20 de la madrugada, mamá y
papá ya deberían haber llegado.”- Se dijo a sí mismo, al tiempo que volvió a
escuchar golpes fuertes provenientes del piso de abajo.
El corazón del niño había comenzado a latir con fuerza y sus manos
temblaban. Parecía ser que alguien estaba llamando a la puerta.
Sus padres siempre le habían dicho que no le abriera a extraños y eso
incluía un momento como ese. No sabía quién podría ser y tampoco iba a
abandonar su habitación. Finalmente, optó por volverse a recostar y dejar que
aquella persona que estuviese ahí se fuera.
Los golpes en la puerta habían dejado de sonar, y eso le trajo
tranquilidad a Derek quien ahora se disponía a cerrar los ojos nuevamente y
dormirse.
Sin embargo, más ruidos se hicieron presentes, esta vez de lo que
parecía ser una ventana.
En ese momento Derek recordó que quizá sus padres habían olvidado
trancar la ventana que se encontraba en la cocina. Generalmente la familia
solía dejarla apenas abierta para que corriese aire, puesto que hacía ya un
tiempo que el extractor había dejado de funcionar y cuando se cocinaba, la casa
quedaba inundada de olores.
El pequeño se aferró a sus sábanas atemorizado. Los sonidos eran
constantes, como si estuvieran forzando la entrada. Momentos después, un golpe
seco sobre el suelo de cerámica le hizo temer lo peor. Alguien había entrado a
la casa.
Los ojos de Derek habían comenzado a humedecerse y su cuerpo no paraba
de temblar. Poco a poco, comenzó a sentir los pasos firmes de algo que subía
por las escaleras.
El niño quería gritar con todas sus fuerzas pero sabía que sería en
vano. Los pasos se marcaron a lo largo del pasillo, hasta quedar frente a su
habitación.
La puerta se abrió lentamente y
una sombra se posó en el umbral de la puerta.
III
La policía llegó sobre las 3:15 de la madrugada. Los padres de Derek, se
encontraban desconsolados prestando testimonio a las autoridades.
Según el peritaje realizado, no hubo signos de violencia y se constató
que efectivamente una ventana había sido utilizada como posible vía de entrada.
La habitación de Derek, fue registrada en profundidad sin importantes
avances. No había rastros ni muestras de un sospechoso, tampoco armas ni
objetos clave.
Hasta el día de hoy, nadie ha podido dar con el paradero del pequeño
Derek, pese a los incontables esfuerzos de búsqueda.
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