Rojo es el color

 De lo ocurrido habrán pasado aproximadamente dos o tres meses. Sin embargo, los sucesos transcurridos aquella noche son no menos que interesantes y a la vez, perturbadores.

  La persona que me relató su historia, ha preferido mantenerse en el anonimato a tal punto que se ha sentido incluso, bastante afectada por lo sucedido. Por razones de seguridad y privacidad he decidido yo mismo, además, alterar los nombres de los integrantes de la familia.

  Aclarado este punto, paso a detallarles lo acontecido…


  Era sábado por la madrugada; los cuatro miembros de la familia se encontraban descansando en sus respectivas habitaciones. La casa tiene dos habitaciones separadas, una para los adultos y la otra que comparten los dos niños pequeños.

  Cerca de las 3:30 hs, un ruido extraño hizo que Gonzalo (nombre ficticio del padre) se despertara de un salto bastante alterado.

- Sofía despierta, estoy escuchando a Bruno reírse, ¿Lo sientes?

  Su esposa, ante la inquietud de Gonzalo, se despertó de su sueño y mientras se desperezaba lo miraba extrañada.

- ¿Qué pasa Gonza? Justo me había quedado dormida profundamente.

  Sin embargo, momentos después de hacer esa pregunta, escuchó también la risa fuerte que provenía del cuarto de al lado.

  Fue entonces cuando Romina entró a la habitación de sus padres llorando.

- ¡Mamá, Papá! algo le está pasando a Bruno, no me responde, ¡solo se está riendo! . Alcanzó a decir mientras se frotaba la cara con ambas manos asustada.

  Gonzalo pegó un salto de la cama y se dirigió corriendo hasta la habitación de los niños, al tiempo que Sofía, se levantó para abrazar a su pequeña hija.

  Al llegar al otro lado, Gonzalo pudo apreciar como Bruno se encontraba sentado en la mitad de la cama, envuelto entre las sábanas y con la vista perdida hacia la nada.

- ¡Hijo que te pasa! Atinó a decir al tiempo que se acercó lo más rápido que pudo hasta donde estaba el pequeño Bruno.

  El niño seguía sucumbido en un trance continuo, con una risa constante sin decir absolutamente nada.

  Gonzalo comenzó a sacudirlo, tratando de que volviera en sí. Sin embargo, el estado de Bruno no cambiaba. Con los ojos abiertos completamente, apenas pestañeaba y lo único que hacía era ver hacia un lado de su cuerpo sin parar un segundo de reír.

- ¡¿Qué te pasa hijo!? Por Dios, ¿Qué te pasa?

  Tanto Sofía como Romina entraron en la habitación de la mano, ambas nerviosas por lo que estaban presenciando.

- ¿Qué hacemos Gonzalo?, ¿Llamo a una ambulancia? Sugirió Sofía mientras se llevaba una de sus manos al pecho angustiada.

-No, espera. Capaz es sonámbulo y está en “algo de eso”, hay que ver si lo podemos despertar nosotros primero.

- ¿Estás seguro?, podríamos intentar llamar a emergencias y…

-Para un poco Sofía, no me pongas nervioso ahora, déjame ver que hacemos, déjame pensar.

  Fue entonces cuando, de la boca del pequeño Bruno, comenzaron a brotar algunas palabras.

- El…me dice cosas…

-Mi amor, ¿Quién te dice cosas? Le contestó su padre preocupado.

  Entre risas, el pequeño atinaba a responder.

- El, me dice cosas… algunas feas.

- ¿Qué te dice Brunito?, ¿Qué estás viendo?

-No puedo repetir lo que me dice, son palabras feas. El niño dice que es mi amigo.

  En ese instante, los miembros de la familia se miraron entre sí desconcertados.

  Gonzalo trató de analizar el momento de forma rápida y por su cabeza se le cruzaron un par de preguntas más que hacerle a su hijo.

- ¿Es tu amigo imaginario?

-Si…

- ¿Siempre lo vez a tu amigo?

-No…a veces veo al otro.

- ¿Qué otro mi amor?, ¿A quién vez?

-A veces veo al niño azul, él juega conmigo en mi cuarto.

  Su padre, al escuchar estas respuestas, se tomó la cabeza con una de sus manos y comenzó a indagar un poco más.

-Brunito, ¿De qué color es el niño que vez ahora?

  Por unos instantes, el pequeño continuó con su risa que ahora, se tornaba más macabra y oscura. Acto seguido y por primera vez, volteó la vista hacia su padre.

-Es rojo. Dice ser mi amigo, pero quiere que haga cosas.

  El rostro de Bruno había cambiado, sus ojos ahora reflejaban algo que no era él, por momentos parecía como si el alma del niño se hubiese esfumado para darle paso a algo más.

- ¿Qué cosas te dice el niño rojo?

-No puedo repetirlas. Me dice que no diga nada…

  Sofía, que hasta ese entonces permanecía expectante ante aquella situación, apretaba entre sus brazos a la pequeña Romina que no paraba de llorar.

  Gonzalo trató de no perder la calma, pese a que, por dentro, estaba muy asustado. Intentó una última cosa para tratar de solucionar lo que estaba pasando.

-Hijo, no le hagas caso al niño rojo. Tu amigo es el azul, ¿Él es bueno contigo no?, tienes que escuchar al azul.

-Mi amigo es el azul si… ha venido ahora. Decía el pequeño, al tiempo que señalaba hacia el vacío. – Ahora están los dos conmigo. Se…se están peleando entre ellos papá. Agregó.

  Con cierto asombro de lo que estaba escuchando, Gonzalo apoyó sus manos en los hombros del pequeño Bruno.

-Escúchame Bruni, tienes que hacerle caso a tu amigo azul, sólo a ese. El otro niño es malo contigo, no juegues con él.

-Si…malo si… respondía su hijo entre risas. -Le dice cosas a mi amigo azul también…

- ¿Cosas feas? Le respondió su padre.

-Si…feas, muy feas. -Están peleando papá, el niño rojo lo tiró al suelo.

  Instantes después, el pequeño Bruno movió su cabeza en dirección al techo; sus ojos, que hasta ese entonces estaban apagados, comenzaron a dibujar trazos imaginarios en diversas direcciones, como si fuesen testigos de un acontecimiento extraordinario. Con su dedo índice, fue señalando distintos lugares de la habitación. Los demás miembros de la familia seguían esas indicaciones, sin entender lo que estaba pasando.

  Fue entonces cuando, sorpresivamente, el pequeño Bruno dejó de reír y se sumergió en el silencio total.

  Su madre y su hermana se acercaron a la cama para contener al pequeño que ahora permanecía con la mirada baja.

- ¿Bruno, te encuentras bien?

-Si…

  Contestando de manera casi tajante, el niño cayó sobre sus espaldas exhausto. Gonzalo pudo evitar que la cabeza del pequeño diera de lleno al cabezal de la cama. Lo apoyó sobre la almohada y acarició una de sus mejillas.

  Momentos después, el pequeño alzó la vista hacia sus padres.

-Ya no está más el niño…

  Para sus padres, eso significaba posiblemente el final de todo este problema. Gonzalo pensó que quizá su hijo había sufrido algún episodio de sueño o pesadilla (algo que no me supo explicar al momento de contarme su historia).

  Después de un buen rato conversando con Bruno y ya un poco más tranquilos, tanto Gonzalo como Sofía arroparon a sus pequeños para dejarlos descansar, retornando nuevamente ellos a su cuarto.



  Se podría decir que el suceso terminó en ese preciso momento y, hasta la fecha, no me consta mayor información. Sin embargo, he de agregar un elemento más que ha mantenido inquieto al padre de la familia, privándole del sueño en muchas ocasiones.

  Me ha contado que, esa misma madrugada, mientras su cabeza estaba apoyada ya en la almohada, hubo un detalle que todos hasta el momento habían pasado por alto, una simple pregunta que incluso él, había olvidado de preguntarle al pequeño niño antes de abandonar la habitación.


             ¿El niño que no está más, es el rojo?




Publicar un comentario

0 Comentarios