El Espejo

   Suelen decir que quien busca, encuentra. Precisamente, eso fue lo que les ocurrió a las hermanas Harriet.

    Una noche mientras sus padres dormían, las tres hermanas se reunieron en el viejo sótano de la casa con la intención de realizar un ritual que Sophie la menor, había encontrado por internet, en una de sus navegaciones nocturnas.

  - Bien chicas, esto va a ser genial, ¡la página web decía que es super fácil de hacer y con resultados!

  - Shh Sophie, no levantes la voz, si se despiertan vamos a estar en serios problemas. Decía Rose, mientras se cruzaba de brazos.

  - A mi directamente no me gusta esto, no quiero jugar, no sé por qué siempre les termino haciendo caso, creo que tengo el derecho a negarme a hacerlo. Entonaba Mery con cierta frustración.

  - Miedosa, Mery la miedosa. Le decía Sophie mientras hacía gestos con sus manos y nariz.

  - Cállate boba, que tú ni siquiera deberías estar despierta a estas horas. – ¿Recordaste limpiar la cama después de haberte orinado ayer?

  - ¡Las dos, silencio!, finalizó Rose. – Vamos a empezar esto de una vez, pásame la hoja Sophie.

  Las chicas, se sentaron en una pequeña mesa de madera que estaba tapada por cajas y un deteriorado mantel. Era muy habitual verla en uso durante ciertas celebraciones en el año, pero una vez acabadas las mismas, terminaba de nuevo en el sótano, con el resto de cosas que no aportaban a la vida cotidiana de los Harriet.

  -Bien, de acuerdo a lo que dicen las reglas, debemos escribir en un papel el nombre del espíritu y colocarlo boca abajo encima de un espejo. A todo esto, Mery, ¿Lo trajiste? Le preguntó su hermana mayor.

  - Sí, pero espero que no le pase nada que si no me van a tener que comprar uno nuevo, además, siempre lo uso. Mientras hablaba, Mery extrajo de uno de sus bolsillos un pequeño espejo que colocó en el centro de la mesa apuntando hacia el techo.

  - «Vaya miedosa pensó Sophie, pero no lo dijo en voz alta» - No le va a pasar nada Mery, tú tranquila.

   En ese momento, Rose colocó el papel sobre el espejo y continúo leyendo las instrucciones.

  - Lo próximo que debemos hacer es, encender una vela que colocaremos al lado del espejo, tomarnos de las manos y recitar la siguiente frase cuatro veces: “Cae el sol, llega la noche, los muertos hablan, los vivos callan, despierta Yarza, resurge de las sombras”

   La mayor de las hermanas, extrajo un encendedor de su pantalón y encendió la vela.

  - Ahora todo me cuadra. Espetó Sophie.

  - ¿Qué cosa? Le dijo Rose arqueando las cejas.

  - El olor a humo de tus prendas, yo me doy cuenta, tú fumas, si mamá se entera que estás fumando te va a matar.

  - Más te vale que no digas nada u olvídate de que te compre golosinas la próxima vez que salgamos. Y peor te va a ir si le digo que andas sacando cosas no aptas para niños de internet.

  - Siempre aprovechándote de los más pequeños. - Aparte, si le digo que me obligaron ustedes, seguro me va a creer a mí, soy su favorita. Le contestó Sophie con seriedad, aunque momentos después, se replanteó lo que dijo (quizá porque sabía que su madre la terminaría castigando a ella en lugar que a las otras) – Bien, me mantendré en silencio, “queridísima hermana”, finalizando con un suspiro.

  - ¿Podemos seguir adelante o van a pelearse toda la noche? Dijo Mery.

  - Si, ya está, sigamos. Dijo Rose, mientras colocaba la vela encendida al lado del espejo.

   Las chicas casi susurrando, comenzaron a recitar a la par la oración mientras cerraban los ojos. Cuando terminaron, se mantuvieron en silencio unos momentos.

   El sótano estaba tan quieto como al principio, no había nada fuera de lugar.

  -Creo que no funcionó, ya nos podemos ir, no perdamos más el tiempo. Dijo Mery con cierto nerviosismo.

  - Tranquila Mery, ya nos vamos a ir, tal vez sea todo falso realmente. Le contestó Rose.

   Sin embargo, en ese preciso instante, la vela se apagó de golpe dejando a las tres chicas completamente a oscuras.

   Todas estaban confundidas e inquietas ante la situación. Un aire frío comenzó a invadir el sótano.

  - ¡Vámonos de aquí! Gritó la más pequeña. - ¡Mamá, Papá! ¡Vengan! - ¡Tenemos que salir de aquí!

   Nadie respondía. Parecía como si la oscuridad de la habitación absorbiera todos los ruidos.

  - Ahora quien es la miedosa. Terminó diciéndole Mary, aunque ella también estaba temblando.

  - Bien, tranquilas, mantengamos la calma, es toda una casualidad, nada de qué alarmarnos. Dijo Rose. - Busquemos el interruptor de luz y encendamos el sótano.

   Lentamente, las chicas se levantaron de sus asientos y comenzaron a buscar a ciegas la llave del interruptor. La oscuridad era tal, que no podían verse entre sí, ni tampoco a los objetos que las rodeaban.

  Como si fueran mimos, usaban sus manos para palpar las diversas superficies.

  - No encuentro nada chicas y tampoco recordaba que el sótano fuese tan grande. Decía Mery, a quien le parecía que el ruido que hacían sus hermanas era cada vez más tenue y distante.

  - Yo tampoco encuentro nada. Dijo Rose, ¡Maldita sea! – Ni siquiera encuentro la maldita escalera. - ¿Sophie, tú cómo vas?

No hubo respuesta de la más pequeña.

  - ¿Sophie? - ¿Dónde estás? Volvió a entonar la mayor.

   Siguió un largo silencio.

  - ¿Mery, se encuentra Sophie contigo? – Ahora si con cierta preocupación.

  - No, aquí no está y habla más fuerte mujer que apenas te escucho.

  - ¿Qué? ¿Qué dijiste Mery?

   En ese momento, una voz surgió entre las sombras, pero no era Sophie.

  - Bienvenidas chicas, bienvenidas a mi hogar, mi dulce y cálido hogar.

   Tanto Mery como Rose, entonaron un fuerte grito que, en otras circunstancias, sería escuchado por todos los vecinos. Sin embargo, esto no ocurría en la oscuridad que las contenía.

  - ¡Déjanos, por favor vete!, no queremos seguir jugando, no lo volveremos a hacer. ¡Por favor! Suplicaba Mery a la extraña voz, mientras de su rostro caían lágrimas.

  - Ahora son mías, gracias a su insolencia y a su estupidez. Dictaminó la desconocida voz. Los jóvenes creen que pueden entrometerse en nuestro mundo simplemente como un juego, donde empiezas y terminas una partida. – Nada más lejos de la realidad, ahora están condenadas a mí, atadas a mí y mi voluntad.

  - Escucha Yarza, por favor te pedimos que nos dejes en paz, no queríamos molestarte. – ¡Somos unas idiotas lo sé!, pero ya aprendimos, no nos meteremos más en esto. Decía Rose mientras seguía tocando objetos en la oscuridad.

  - Tus palabras son tan frágiles como la más pequeña de ustedes. La más inocente pero la más entrometida. – Cuando cometen el error de cruzar el umbral, no hay vuelta atrás.

- ¿Qué has hecho con Sophie?, ¡Ni se te ocurra hacerle daño! Le contestó Rose con cierto miedo y furia.

  Mientras intercambiaba palabras con el espectro, Rose logró tocar el borde de la mesa donde estaban sentadas y en ese instante, recordó que, en el centro, estaba el espejo.

  Estiró su mano para alcanzarlo, momento en el cuál, sintió un fuerte tirón de su brazo, algo se lo impedía.

- ¡Suéltame! Gritó con fuerza Rose, que forcejeaba sin parar ante la presión que ejercía aquello que la sujetaba.

     La lucha perduró por un buen tiempo, a Rose parecía estar quemándole el brazo, pero aun así resistía, intentando en cada oportunidad acercarse al espejo. Sus gritos llenos de odio y rencor hacia el espectro que la retenía no paraban.

     Poco a poco, comenzó a sentirse más cansada y débil, no podía ya casi mantenerse en pie para seguir forcejeando con Yarza y, cuando parecía que caería rendida ante el endiablado ente, como un vendaval surgió entre la espesa oscuridad Mery, quien rápidamente se abalanzó hacia la mesa y agarró el espejo.

- ¡Vete de aquí maldita! Gritó mientras tiraba con todas sus fuerzas el espejo al suelo, haciendo que éste se partiera en cientos de pedazos.

     Yarza, pegó un fuerte alarido distorsionado en la oscuridad que se mantuvo por unos segundos hasta finalmente desaparecer.

     La oscuridad del sótano cambió repentinamente por una fuerte luz blanca que encegueció a las chicas, dejándolas totalmente inconscientes.

    Tiempo más tarde, Mery fue la primera en abrir los ojos y notar que estaba sentada en la vieja mesa, al igual que sus dos hermanas.

  - ¡Chicas despierten! Fue lo primero que salió de su boca.

   Agarrándose la cara y algo mareada, Rose fue la segunda en despertar.

  - Me duele horriblemente la cabeza, la peor de las jaquecas. Se limitó a decir.

  - ¿Qué ha pasado? ¿Acaso fue un sueño?, parecía tan real….   Dijo Mery.

  - ¡Sophie!, ¿Estás bien? Moviéndola sutilmente, Rose abrazó a su pequeña hermana que abría los ojos.

  - Si Rose, estoy perfecta, sólo algo cansada. ¿Qué les pasa ustedes dos? Mirándolas de forma extraña.

  - ¿Cómo que qué nos pasa? Le dijo Mery con cierta mirada de incredulidad. – ¿No recuerdas nada de lo que pasó?

  - La verdad es que no, después de que nos sentamos aquí no recuerdo más nada, lo último que sé que hicimos fue recitar la oración del ritual. Terminó diciendo Sophie. Señalando la hoja en el centro.

   En ese instante, Rose estiró su mano para agarrar el pequeño papel y para su sorpresa, había un objeto debajo, el espejo.

   Las miradas de Rose y Mery se cruzaron entre sí, ambas sintieron un escalofrío que cubrió sus cuerpos por completo. Fue en ese mismo momento que observaron detenidamente a Sophie.

  - ¿Pensaban que se librarían de mí? Sonriendo con una sutil mueca.


  - Sophie, o lo que quedaba de ella les devolvía la mirada, pero esta vez, con la oscuridad que latía desde lo más profundo de su ser…




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