Festín de Buitres

 Cuando logró volver en sí, lo primero que Edward Nodles notó, fue que se encontraba completamente sólo en medio del desierto.

  Los pocos destellos de memoria que corrían por su cabeza, dibujaban sutilmente el recuerdo de una pelea ocurrida la noche anterior con unos tipos de mala muerte en un bar también de mala muerte.

-Me duele todo- Se dijo a si mismo, al tiempo que se miraba el aspecto nauseabundo que presentaba.

  Comenzó a inspeccionarse poco a poco. Pudo ver que su cuerpo presentaba heridas diversas, vaya a saber con qué objetos, algunos moretones y otros tantos raspones.

   Intentó ponerse de pie, al tiempo que sus piernas le jugaron una mala pasada, haciéndolo perder el equilibro y provocando que fuese de nuevo directo a la arena.

   Con sus manos tomó impulso para ponerse de pie y, una vez que lo logró, comenzó a observar todo a su alrededor.

  Lo primero que observó fue la inmensidad y desolación del lugar. Los rayos del sol, impactaban fuertemente en su rostro, casi lo estaban quemando vivo.

  La sed le invadía con fuerza. Sin embargo y para desgracia de Edward, no había nada que se pareciese a una botella con agua. El único objeto que aparecía tirado en medio de la arena, era su billetera.

   Edward caminó arrastrando los pies hasta el lugar donde la había visto y una vez estando bajo sus pies, la tomó.

-Me lo imaginaba, más vacía que mi alma- Expresó con desánimo.

   Instantes después, la arrojó un par de metros por delante.

  Lo siguiente que hizo, fue patear una pequeña piedra que estaba cerca de él, completamente frustrado. Fue entonces cuando vio algo que podía significar una pequeña esperanza de mejorar su situación. Un poco más lejos de donde se encontraba, pudo ver que había huellas de neumático. Lo que lo llevó a pensar que, seguramente la noche anterior, quienes habían estado peleando con él, lo habrían arrojado en mitad de la nada y luego se habían ido en algún vehículo.

«Quizá si sigo el rastro pueda llegar al pueblo más cercano» Pensó

   Fue entonces que comenzó su travesía a través de aquel páramo deshabitado.


   Con el paso de las horas, Edward comenzaba a palidecer los efectos del cansancio a la par que la sed comenzaba a hacer estragos en su cuerpo. Caminaba como si de un muerto viviente se tratase, puesto que casi lo hacía por inercia.

  Por la mente del hombre, lo atormentaban los recuerdos de su vida pasada. Era consciente de los excesos que tuvo durante mucho tiempo, de los vicios del juego, las malas juntas y sobre todo los problemas con la mafia.

- ¿Estoy pagando por las cosas que hice Dios? - Fue lo que su boca, apenas podía balbucear en uno de esos momentos de lucidez.

    Momentos después, sus pies le jugaron una mala pasada, haciéndolo tropezar y caer de manera brusca hacia el suelo.

    Apretando sus puños con fuerza e impotencia, dejaba que la arena se le escurriera a través de los dedos como si fuesen reflejos de una cascada.

    Un grito ahogado emanó de su interior, un lamento que lo acompañó hasta prácticamente volver a quedar inconsciente.


   Cuando volvió en sí, lo primero que notó fue que delante de él, se encontraba un animal que lo miraba desafiante.

- ¡Un maldito buitre! - Exclamó. ¡Lárgate maldito bicho asqueroso!

  El ave rápidamente tomó vuelo y se alejó de Edward, no sin antes mirar con sus afilados ojos al hombre herido. Instantes después, se elevó en el cielo hasta casi fusionarse con la luz que se proyectaba del atardecer y comenzó a girar en círculos alrededor de él.

 Edward usó una de sus manos para cubrir sus ojos del sol y poder ver el movimiento del animal.

Fue entonces cuando se dio cuenta de lo peor.

  Sus piernas no respondían cuando intentó ponerse de pie. Al estar de espaldas, tuvo que impulsarse para darse vuelta y, fue en ese preciso momento que vio como su cuerpo se encontraba mutilado de manera grotesca.

  Otro grito ahogado surgió de Edward que ahora, no sólo veía trozos de carne desparramados por todas partes, sino que también, a la manada de buitres que lo devoraban de manera cruenta en un frenesí sangriento.

   El hombre, intentaba con todas las fuerzas que le quedaban deshacerse de los buitres sin éxito alguno.

  Un par de ellos, empezaron a atacarlo de sus brazos, donde un dolor punzante invadió a Edward por completo. Entre sollozos y gritos luchaba por su vida.

   Momentos después, otro buitre comenzó a atacarlo cerca de su cabeza, mientras Edward, se defendía con sus manos. En un sorpresivo movimiento, el buitre le logró arrancar un dedo, lo que provocó que el desgraciado hombre sucumbiera de dolor y agonía.

  Cada picoteo y graznido de las aves, lo azotaba por dentro, gravando el momento final de su existencia.


Fue entonces cuando, despertó.


-Hola Sr. Nodles, bienvenido nuevamente. Le decía el doctor mientras chequeaba los datos que le arrojaban los aparatos médicos.

   Bajo los efectos del sedante, Edward apenas podía responder. Su visión estaba un poco borrosa.

- ¿Dónde estoy? - Preguntó

-Usted se encuentra en el Hospital Roosevelt. Ha tenido un problema a la salida de un bar y me temo que se llevó la peor parte- Comentó el doctor- De cualquier manera, usted ahora se encuentra estable, sólo con un par de golpes, nada que lo ponga en peligro. Le recomiendo que evite meterse en más problemas de cara a futuro, si no quiere volver a visitar este lugar. -Agregó.

   Una vez doctor terminó de hablar con Edward y lo dejó sólo en la habitación. El hombre giró su cabeza para mirar por la ventana. Se prometió a si mismo dejar todo atrás, no volver a pasar por algo así. Una vez que estuviese dado de alta, comenzaría una nueva vida.

   Respirando de manera pausada y ya más relajado, contemplaba como el nuevo día era precioso y la ciudad, se movía al mismo ritmo de siempre.




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