Nuestro pequeño secreto

  Mientras daba las últimas pitadas a su cigarrillo y quitaba las cenizas con sus dedos, el viejo Ralph, se recostó contra la pared de su granero, sin dejar de mirar un par de objetos que colgaban frente a él.

   Posteriormente, se sacudió parte del polvo que contenían sus gastados pantalones de trabajo, a los cuales, les tenía cierto aprecio puesto que habían sido un regalo que su mujer le había dado el día que cumplió los 80. El recuerdo de ese momento tan especial, hizo que a Ralph se le llenaran los ojos de lágrimas y con un trozo de tela de su camisa se limpió el arrugado rostro.

-Mi pequeña Jennifer, mi dulce amor como te extraño. – Dijo casi susurrando. – Me diste los mejores momentos de mi vida y me ayudaste a afrontar la pérdida de nuestra amada hija Andrea. -Finalizó diciendo cabizbajo.

   Ralph, que para ese entonces había terminado de fumar, arrojó lo que quedaba del cigarrillo al suelo y comenzó a caminar hasta el centro del granero. Extendió sus manos para acomodar el par de bultos sujetados por cuerdas y se detuvo por un momento algo agitado.

-Ahora están juntas en el más allá, unidas en alma mis hermosas. -Dijo mientras de sus labios, se formaba algo similar a una pequeña sonrisa.

   Se apartó lentamente y buscó su sombrero de paja que estaba apoyado sobre un viejo montón de madera y finalmente, antes de marcharse, se giró para contemplar una vez más, los dos sacos de cuero inertes que adornaban la antigua estructura.

-Lamento no haber sido un ejemplo para ninguna de las dos. -Sentenció-

  Marchándose lentamente hacia la puerta, se colocó del lado exterior y con lo que le quedaba de fuerza, comenzó a cerrarla.

  Poco a poco, la oscuridad se hizo partícipe en el viejo granero, dejando los secretos escondidos una vez más.




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